Con esta entrada os muestro una parte más oscura porque
voy a hablar sobre la etapa que pasamos
todos los enfermos crónicos cuando nos toca asimilar que nuestra vida nunca
volverá a ser la misma. Casi todo el mundo asocia este término con el proceso
que se vive tras la muerte de un ser querido, pero también evoca al momento en que decimos adiós a las
personas que éramos antes para aceptar a las personas que somos ahora. Este proceso es el duelo, una auténtico enfrentamiento donde emociones de todo tipo florecen y marcan un antes y un después en nuestras vidas.
Hubo un antiguo yo del que quiero hablaros, era una joven muy activa,
incapaz de estarse quieta, con ganas de comerse el mundo y acostumbrada a hacer
mil cosas a la vez. Si, esa chica estaba enferma, pero todavía no había llegado
al punto de no retorno al que llegó, y pese a las continuas idas y venidas a
médicos y salas de urgencias, se negaba a sucumbir ante el “fantasma” que se
apoderaba de su ser. Esa joven que con
alegría se enfundaba el chándal para ir al gimnasio, comenzó a derrumbarse,
siendo incapaz de asimilar que su cuerpo
llevaba mucho tiempo gritando basta, hasta que reventó. Y qué manera de reventar
amigos, fue como un volcán. De repente el mundo se paró y esa chica con él,
entrando en estado de shock.
Al principio, ese yo no quería ver la realidad, pensaba que todo se
trataba de un mal pasajero. Y así, contando los días, pensaba que todo era una
mala racha que tenía que terminar. Los días se convirtieron en semanas, y las
semanas meses. Poco quedaba ya de ese yo independiente, ahora era una persona
que no podía salir de casa y apenas andar. Mientras el mundo de la joven
asustada se desmoronaba, intentaba coger
los añicos que iban cayendo de aquella ruina para volver a reconstruirlo, pero
cuando a la tierra se la lleva el viento, poco o nada se puede hacer por
intentarlo.
Un día, esa chica reaccionó y supo que tenía
que despedirse de ese yo que agonizaba y empezar a construir uno nuevo, comenzó
su etapa de duelo.
El duelo fue muy doloroso. Tenía que dejar
atrás cosas que amaba y aceptar que pudiera ser que no volvieran, algunas
irremediablemente. Era muy difícil decir adiós a cosas que le habían alimentado
día tras día. Cuando la joven fue a vaciar su taquilla del gimnasio, tras meses
pagando la cuota sin ir, supuso aceptar que el primer hoyo estaba cavado y
enterrado, y todas aquellas cosas se quedaron en un viejo cajón del olvido, sepultadas
esperando un milagro.
Peor fue enterrar la vida laboral que tantas
satisfacciones le había dado, la joven veía como de sus manos se escurrían
aquellos sueños conseguidos que con tanto esfuerzo había alcanzado. ¿Por qué
demonios había que sepultarlos tan pronto? Era incomprensible.
La autoestima es algo que se suele dañar
seriamente durante el duelo. La gente cambió alrededor de esa chica que ya no
era tan divertida y la mayor parte del tiempo mostraba preocupación. Los amigos
comenzaron a alejarse, aunque algunos se quedaron, solo los que de verdad la
querían. La joven viéndose incapaz de llevar una vida normal, fuera de toda esa
oscuridad, tuvo momentos de sentirse desechada por todos.
El duelo nunca deja de sangrar pero se
acepta, y recogiendo todas esas cenizas se comienza a construir un nuevo yo, y
lo sorprendente es que esa nueva persona es mejor que la anterior. Esa chica ya
no puede practicar deporte, pero cada paso que da por si sola supone un triunfo
inmensamente mayor que cualquier meta antes conseguida. Esa joven ya no sale de
fiesta, pero ha aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas de tal manera, que
solo sentir el sol en su piel despierta más emociones que cualquier festival en
el que hubiese estado. Ella ahora es capaz de llegar donde nunca imaginó porque
su determinación es clara y sus motivos para luchar muchos, y no lo hace sola.
Ahora se rodea de gente que ha pasado sus propios duelos y ayuda a los que lo
están viviendo, y cuenta con amigos que estando enfermos o no, la quieren y la
acompañan en la dura travesía que le ha tocado enfrentar.
Hay personas que pasan el duelo y ganan el
mejor premio, la resiliencia, que es la capacidad de recuperarse frente a la
adversidad para seguir proyectando el futuro con mayor fuerza. Esta joven, que
no es otra que yo misma, cree que la ha ganado. Tras mi tiempo de duelo
riguroso, resurgí como una versión mejor de mí misma, con todas mis
limitaciones y defectos, adaptándome continuamente a la realidad que me va
poniendo obstáculos, sorteándolos con positividad, aunque a veces se torna
difícil.
Otros enfermos pasan años en duelo o nunca
llegan a superarlo, se aferran a su otro yo y no quieren soltarlo. Esas
personas necesitan mucha ayuda profesional y cariño de su entorno. No afrontar
la realidad hace que se encierren en una burbuja que a veces no dejan
traspasar. Si estáis en esa burbuja, ¡ romperla ¡ porque la vida sigue siendo
maravillosa y solo tenemos una oportunidad para conocerla. Por mucho que
hayamos cambiado por culpa de la enfermedad, tenemos que exprimir lo que se nos
ha dado adaptándonos a nuestras circunstancias.
Nunca dejéis de creer en vosotros por muy fea
que se vea la realidad, porque aunque esta no sea fácil, el duelo pasa, y
aunque a veces resurge, aprendes a cavar otro hoyo más rápidamente y a adaptarte
a tus nuevas circunstancias.
Termino cediéndoos el turno para que habléis
del duelo, si lo habéis vivido así o pensáis que es diferente. ¡ Espero
vuestros comentarios ¡
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